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de diciembre, domingo, veo con mi familia “El grinch que robó la
Navidad”. Hoy reparto notas en cuarto de ESO.
Clara
ve su nota y llora. ¿Cuánto tiempo hace que no veo llorar a un
alumno?, me pregunto. Veo una oportunidad para acercarme al grupo
y ganarme un poco mas su confianza ( y si puedo ayudar mejor, que
tampoco soy de piedra pómez).
-
A ver, criatura. –le digo – ¿qué te pasa?.
-
Es que voy a suspender la asignatura porque no puedo venir a la recuperación.- me contesta entre pequeños silbidos- Tengo que ir al médico.
-
¿Y no puedes cambiar la cita?.
-
No. ¡Imposible! - me contesta.
¿Cómo
encontrar un argumento que me permita ayudarla sin ser injusto con
los demás?.
-
¿Y a qué hora dices que es la cita?- le pregunto.
-
A las once.
-
Perfecto.- digo- Haces el examen antes y después te vas. Pero no vayas a decirle a los demás las preguntas del examen antes de irte, eh!- le apunto con un dedo y cara seria.
Y
allá que se va ella feliz a reunirse con sus amigas, que esperan
para consolarla. Así que yo también salgo feliz de la clase. Y más
todavía cuando sigo repartiendo notas en segundo de bachillerato.
Voy por el pasillo con la sonrisa en los labios porque llevo una
nota especial enterrada en el montón de exámenes de química.
Porque
a veces ocurre que hay plantas que tardan en florecer. Sólo hay que
esperarlas con paciencia, abonarlas con esmero casi sin que se den
cuenta de que lo haces. Y trabajar, trabajar mucho: ponerles música
si crees que eso les ayudara a crecer, hablarles y decirles muchas
veces que pueden hacerlo, que pueden crecer. Y decirles siempre la
verdad, bajito, pero siempre la verdad, tanto si te interesa hacerlo
o a ella escucharla como si no.
Así
que entrego el examen y busco de reojo la reacción. Reacción que
supera mis expectativas: el alumno se emociona tanto que consigue que
me emocione yo (aunque trato de no aparentarlo, no se si con éxito
total o parcial).
Y
como en la peli del Grinch, cuyo corazón creció tres tallas mas
cuando comprendió lo que significa la navidad, así creció mi
confianza en lo que hago y mi convicción en por qué lo hago. Porque
el éxito del alumno y su crecimiento es tu éxito. Porque no va a
haber otro reconocimiento a tu trabajo que no provenga de tus
alumnos. Y mas si la flor tarda en aparecer.
Sin
embargo en una torre de babel de palabras esotéricas y oscuras, los
pedagogos de salón que no de aula, gritan contra nosotros a una
sociedad que sólo desea escuchar palabras lisonjeras que carguen sus
culpas en otros hombros.
Ellos
y los políticos que escuchan sus cantos de sirena querrán cambiar
sistemas educativos para que se parezcan a aquellos que tienen otras
sociedades, dueñas del frio y la oscuridad, con esos superprofesores
que aquí, al parecer, no existen. Escribirán libros blancos llenos
de referencias bibliográficas en inglés, pero que terminan en
obviedades vacías, huecas. Ideas nunca probadas en nuestras aulas, con sus demonios particulares, a los que ellos nunca se han enfrentado
y nunca lo harán: a fin de cuenta los dioses sólo observan desde
sus Olimpos particulares, castigando a los prometeos que roban el
fuego que calienta el frío de la educación real.
Y
mientras tanto los profesores reales que trabajan en las aulas reales
seguirán trabajando
calladamente por sus alumnos.
Haciendo cosas como formar un coro con ellos.
Ensayando
juntos
en
los recreos,
empleando
su tiempo libre en cantar a las 10 de la noche en un concierto de
Navidad. Un concierto precioso con canciones preciosas, siempre
preludio de la Navidad en el Llanes.