HUMOR CIENTÍFICO

HUMOR CIENTÍFICO
¿Con qué se cura la anemia? Con Fe

FRASES CÉLEBRES (DE CIENCIA)

"Locura es hacer la misma cosa una y otra vez esperando obtener diferentes resultados" A. Einstein

lunes, 7 de noviembre de 2016

EL CAMINO FÁCIL

Martes a primera hora de un día cualquiera. Tengo clase de matemáticas con un grupo reducido de alumnos de segundo de ESO al que, por ser pocos, se le puede prestar mas atención.  Tardo quince minutos en conseguir que se sienten de forma individual y abran el libro y el cuaderno. Intento explicarles cómo se suman números enteros (negativos y positivos) pero casi nadie me escucha.
Pido atención y vuelvo a empezar. Consigo muy poco, ya que mayormente están entretenidos en otras cosas: dos miran a la ventana, otros dos hablan entre ellos aunque tengan dos mesas por medio simulando que no estoy explicando o directamente que no existo, otro mira al suelo abstraído, a alguien “casualmente”  se le explota el boli y pide “fush-frish” para limpiarlo… Así que paso dos largas horas con la extraña sensación de hablar para uno mismo en una pequeña habitación llena de gente y haciéndome preguntas sobre mi trabajo.
“Menos mal que después tengo cultura científica con primero de bachillerato”, pienso mientras subo el pasillo. Voy contento porque lo voy a petar. He pasado tres horas preparando un texto de dos páginas sobre qué es la ciencia que me parece que les va a gustar y aprenderán mucho.
Pero el texto tiene un defecto: les obliga a pensar. Así que pasan del “contexto” del texto  y deciden que “hard science” es ciencia difícil  y “light science” es ciencia fácil.  ¡qué rápido  se contesta así a las preguntas del profe!.
Y ahí voy y les explico (justificándome en el texto) lo que significan los términos:  “hard” (dura o fuerte en inglés) será que se ajusta mucho a las exigencias de lo que es una ciencia (La Física)  y “light” será que se ajusta poco (la Psicología). 
Al final de la explicación (unos 8 minutos) Ángela exclama:
-        -  ¡Eso es mucho pensar!.
-         - Pero es que yo te estoy enseñando a eso.- replico- Lo mas importante es que sepáis pensar y esta asignatura es para “pensar la ciencia”.
-        -  ¡Tantas palabras para tan poco!.- dice, mientras la miro asombrado- Basta con decir lo que es ciencia y ya está. No se puede hablar  tanto.

Así que acabo esa hora casi como las otras dos: haciéndome preguntas existenciales sobre en qué consiste ser profesor.
Después viene el recreo: media hora de hacer guardia por la planta baja. Me la paso en plan guardia civil: no corras, no grites, no comas por los pasillos.
Siguen dos horas de Física y Química de primero de bachillerato. No lo paso mal, salvo que tengo que mandar callar muchas veces para que se me pueda escuchar, con la consiguiente pérdida de atención. Tanta pérdida, que hasta yo mismo me hago un lío de vez en cuando y tengo que pararme a capitular para saber de qué estaba hablando.
Son ya las 13:30. Me arrastro hacia la clase de segundo de Física y Química. Hoy les pongo un esquema sobre propiedades de la materia y se me ocurre escribir la fórmula para calcular el volumen de un ortoedro (una caja de  zapatos, vaya). Lo dibujo y escribo V = a b c .
-          -Vaya paranoia- dice un alumno.
-          -¿Qué es V?- dice otro.
-         - Ya he dicho que V es el volumen y a ,b y c las medidas de los lados- aclaro.
-         - ¿Por qué le llamas V al volumen?- pregunta otra.
-       -   ¿Qué otra letra mejor se te ocurre?- le pregunto a mi vez.
-         - Es que no sé qué es la V-
-         - Un símbolo que indica volumen. Donde veas V tú piensa que es el volumen.
-          -Vaya paranoia- dice otra vez el primer alumno.
Me paso la mano por la barbilla y sigo con la clase. Les explico que deben hacer un pequeño trabajo que consiste en medir el volumen del aire de su habitación y después hallar la masa de aire que hay.
-         - ¿Cómo mido la habitación?- preguntan
-        -  Con un flexómetro- digo
-        -  ¿un flexoqué?-
-          -Esto - y les enseño el flexómetro.
-         - Eso es un  metro.
-         - Vale- concedo.
-          -Pues yo no tengo cuarto- dice uno.
-        -  Mide otra habitación-
-          -Pues mi cuarto es un “loft” y está adosado a la cocina- indica otro.
-         - Da igual, mídela- digo.
-          -¿Y cómo mido el alto si no llego al techo?- pregunta una alumna.
-         - Súbete a una escalera o pide ayuda a tu padre- contesto
-         - ¿Y si no tienes padre qué?- pregunta otro.
-         - Pues no sé, que te ayude tu madre, tu hermano. No sé- contesto un poco desesperado.
-       -   Ahora con el volumen de la habitación ya tenéis el volumen del aire.
-      -    ¿Cómo es eso?- pregunta un alumno.
-        -  El volumen del aire es también el volumen de la habitación- digo.
-         - Vaya paranoia- repite otro (probablemente el primero en decirlo).
-         - Pero si la habitación está abierta, el aire se escapa-dice uno
-          -¿Adónde se escapa?- le pregunto.
-         - Afuera-
-        -  Afuera.. ¿dónde? -Insisto.
-         - Afuera-contesta.
-    -Vale, pero la cantidad de aire en la habitación es la misma porque entra mas aire- intento -contemporizar.
-          -No porque si soplo hay más aire en la habitación- dice alguien.

Llegados a este punto me pregunto a mí mismo si debo hablarles del concepto de presión o no. Decido no liar más el asunto.

-        -  El aire que soplas es el mismo que has inspirado- le digo.
-         - Eso de inspirar no lo entiendo.
-        -  El aire que respiras es el que después sueltas- digo.
-          -¿Seguro?.
-         - Hombre, claro. El aire que coges por la nariz es el que hechas-le explico.
-       -   Lo que yo decía- dice ufano- al final hay más aire en la habitación.
-       -   Vale –digo, mientras pienso que no merece la pena la discusión- , pero vosotros tomáis el volumen del aire como el de la habitación, aunque entre y salga un poco. Y ahora como cada metro cubico de aire pesa 1’3 g podemos hallar lo que pesa el aire de la habitación.
-    -      ¡Pero el aire no pesa nada!- exclama uno.
-      -¿Cómo que no pesa?. ¿Acaso el aire no es materia y lo podemos sentir?. ¿No se puede sentir el viento? –le pregunto.
-        - El viento se siente, el aire no. -me contesta (mientras escucho que alguien le pregunta a su compañero qué es eso de la materia que ha dicho el profesor).
-        -  El viento es aire en movimiento, luego sientes ambas cosas- explico.
-        -  No. –insiste el alumno-  Se siente el viento no el aire.
-        - Vamos a ver –digo- sientes el viento y como está hecho de aire, sientes el aire también. El mar está -hecho de agua, luego te bañas en el mar y te bañas en el agua.
-          Bueno- dice no muy seguro- pero ¿el aire pesa?.
-       -  Y también ocupa espacio. Mira –digo mientras muestro un matraz-, este recipiente está lleno de aire y hasta la raya hay 250 cc de aire.
-        -  Pero arriba del recipiente hay más aire- dice.
-         - Vale, pero hasta la raya hay 250 cc.
-        -  Pero arriba hay más aire -insiste el alumno.
-       -   Es que he dicho hasta la raya- le digo, mirándolo fijamente.
-         - Pero hay más aire arriba- me dice otra vez.
-         - ¿Tú sabes lo que significa la palabra “hasta”- le pregunto angustiado.
-         - Si, ¿y? – me dice.
-      -    H-a-s-t-a  l-a  r-a-y-a – enfatizo, poniendo mi mano horizontal a la altura de la raya del aforo del matraz mientras la muevo horizontalmente a uno y otro lado.

A esto el alumno mira alternativamente a mi mano y a mi cara dos o tres veces…. Y termina contestando eso que ustedes están pensando, mientras el de siempre repite “¡Vaya paranoia!”.

Así que llego a las 15 horas a mi casa, destrozado mental y físicamente.

Ya por la tarde, mas tranquilo, pienso en que tal vez Ángela tenga razón. Quizás es mejor para todos seguir el camino fácil.  Escribir en tres  minutos “la ciencia es…., el método científico consiste en…”. Y todos contentos: yo porque trabajo poco en casa y consigo resultados excelentes,  ella porque se estudia en diez minutos lo que es la ciencia,  me lo vomita en el examen  y saca una nota brillante en cultura con poco esfuerzo; sus padres porque sus notas son excelentes y el centro también contento por lo mismo. Y la Delegación de Educación ni les cuento lo contenta que se pone con las notazas en ciencias (uno de los ogros del fracaso escolar).
Pero entonces caigo en la cuenta de que me habré convertido en el ideal de mal profesor que tanto atacan los pedagogos: ese que sólo enseña conocimientos memorísticos puros que el alumno olvida en cero coma dos segundos.
Y eso sí que no. Yo quiero ser el profesor que además de enseñar física sea recordado por algo más: ese profe con el que comenzaste a aprender a pensar, con el que descubriste que la ciencia es interesante, con el que te diste cuenta que aprender cuesta, de que el cerebro es un músculo más que debe ser usado para que pueda funcionar. Incluso no me importa por ser recordado como el Centeno, el que llevaba siempre las bolitas de átomos de colores, que explicaba los enlaces uniendo vuestras manos, que fabricaba “el perrito”… pero que consiguió que no te olvides de cómo era la molécula de etanol (“el perrito”).
Y todo eso pasa porque el texto sea largo, porque os vuelva la cabeza loca con preguntas (vaya paranoia, eh!), porque os diga que aprender no es divertido, todo lo más interesante y que eso cuesta mucho esfuerzo, mucha dedicación.  Ese es el camino duro, el camino correcto.

Porque el que os diga que aprender es divertido y que se puede aprender pasándolo pipa os engaña. Miente, os estafa descaradamente. Y si insiste no creedle: o no aprendió nunca nada o no quiere acordarse de cómo aprendió.

viernes, 30 de septiembre de 2016

déjà vu

         Tengo un amigo que pesca con un antiguo arte que los gaditanos llaman “tarraya”. Todos las tardes de los fines de semana de septiembre recorremos juntos la playa, intentado ver grupos (piñas la llaman ellos) de lisas o buseles, que acompañan a la hembra que desova sus huevos en la arena.
Están los peces tan intensamente concentrados en la labores de desove y fertilización (y otros dándose un festín de huevos) que pueden quedarse en un mismo sitio muy cerca de la orilla (a veces incluso en dos centímetros de agua). El oleaje que forman les delata y permite avistarlos. Es el momento en el que mi amigo lanza una red plomada que, si eres muy hábil, se abre majestuosamente durante su vuelo y cae sobre ellos, atrapándolos sin remedio.
Iba yo el pasado sábado paseando con él por la playa, bajo una increíblemente bella luz de otoño al anochecer, cuando me sorprendí al ver  una piña cerca de sus pies. Le avisé pero me asaltó la nítida sensación de haber ya presenciado esa escena. “Esto mismo, aquí y ahora, ya lo he vivido antes”, me dije. Es lo que llaman una “déjà vu”.
Curiosamente cuando el lunes me pongo a preparar una clase de cultura científica, leo un libro de ensayos sobre ciencia y ¡me encuentro con uno que explica por qué ocurre esto!. Así que no puedo dejar pasar la ocasión de escribir sobre ello.
Nuestro cerebro recibe información del mundo exterior mediante los órganos de los sentidos. Pero el grado de información que le llega es tan elevado que si el cerebro tuviese que procesar y tomar decisiones sobre todo ese enorme volumen quedaría colapsado. Este es el motivo de que tengamos medios que filtran la información, llegando a nuestra consciencia sólo la información mas importante y relevante, aquella sobre la que de verdad hay que tomar decisiones.
Ese es el motivo por el que cuando los primeros días de mudarnos  de casa nos cuesta trabajo dormir y cualquier ruido “extraño”, como el paso del camión de la basura o el “crujido” de un tabique nuevo, nos despierta. A los pocos días nuestro cerebro califica estos ruidos como sin importancia y ya no nos despertamos (aunque el camión, como es lógico sigue haciendo su trabajo). Simplemente la información no pasa a la parte consciente, es ignorada y podemos seguir durmiendo.
De igual manera cuando estaba yo paseando por la playa llegó la información visual de la piña a mi cerebro pero, y esta es la clave, la información no pasó por mi parte consciente sino que se “grabó” de forma directa en mi memoria a corto plazo. Cuando, al instante siguiente, la información llega de manera “normal” a mi cerebro, éste se da cuenta de que ya ha sido grabada en la memoria y le parece que la escena ocurrió con anterioridad.
Si además ocurre, como piensan algunos teóricos, que puede haber un solapamiento entre la memoria  a corto y largo plazo, la sensación se ve  intensificada, al creer que la experiencia (la imagen recibida y grabada sin pasar por la parte consciente) es mucho mas antigua.

Algo parecido ocurre con ciertas premoniciones, en las que pensamos que va a pasar algo (como ver a un viejo amigo) y resulta que sucede. A veces la explicación es tan sencilla como que hemos visto antes al amigo pero nuestra parte consciente no se ha percatado de ello. Entonces, un poco después, una idea nos asalta (recordamos la imagen no vista), pensamos en nuestro amigo y ¡voilá!, éste aparece delante de nosotros como por arte de magia.   

Post data: Yo creía que los gaditanos decían terralla, pero la realidad es que dicen tarralla. Buscando en la RAE su nombre verdadero es tarraya o esparavel.

lunes, 20 de junio de 2016

ANATOMIA DE GREY

Lo reconozco: estoy enganchado a Anatomía de Grey. Me han instalado la fibra óptica y voy ya por la quinta temporada (y son un montón de episodios). Lo que mas me llama la atención es la competitividad y el ansia de trabajar las horas que sean y a hacer lo que sea de los médicos residentes para aprender y ser los mejores. Incluso hay un capítulo en el que se operan entre ellos sin permiso del hospital y casi de cualquier manera.
Sí, ya sé que es ficción, una exageración y demás… pero es una muestra de que el ansía de aprender y el esfuerzo personal es el camino para conseguir lo que hoy llaman la excelencia. Y está claro que los centros educativos privados de los Estados Unidos es lo que venden: excelencia a golpe de talonario y exigencia.
Antes también en los centros educativos andaluces se vendía excelencia. Hoy se vende equidad, lo que significa que todos los alumnos deben conseguir los objetivos marcados. Muchas veces no importa qué objetivos, sólo importa que todos lleguen a ellos. Es como si a los equipos andaluces de primera división se les exigiera que todos los chicos que se presenten a las pruebas de selección tengan que acabar jugando en el primer equipo: el resultado cierto será un equipo mediocre que descenderá a segunda, donde los buenos jugadores no mejoran todo lo que podrían.
Quizás me equivoco. No sé.
Miércoles a cuarta hora. Estoy de guardia y falta la compañera de francés. Me dan un examen en francés para que lo hagan los alumnos de un tercero bilingüe. Es un tercero bueno (eso me dicen, pues yo no los conozco).
Entro en la clase y hay un guirigay grande, algo normal en una clase después del recreo y en pleno mes de junio. Pasan tres minutos y yo no existo (a fin de cuentas no soy su profesor). Pego un grito y me miran (lo que aprovecha un alumno de otra clase para salir disparado hacia la suya, antes de que me de cuenta y se lleve una bronca).
- La profesora de francés ha faltado. -digo- Así que colocaros para hacer el examen.
Hay algunos que reaccionan, pero la mayoría permanece en sus asientos, uno al lado del otro en mesas de dos.
- Así no se puede hacer el examen. -insisto- Separad las mesas y poneros uno enfrente del otro en la mesa.
Ni flowers. Nadie mueve un músculo. O no me han entendido o (lo mas probable) se hacen los sordos.
- Cuanto mas tardéis -informo en tono amenazante- menos tiempo tendréis para el examen.
Deciden perder quince minutos en total. Incluso tengo yo que mover alguna mesa, mientras el alumno sentado en ella me mira con cara de no entender nada.
Reparto el examen (¡por fin!), me siento y empiezo a leer mi libro sobre la relatividad (Einstein y eso, ya saben). Pasan cinco minutos, levanto la cabeza y ¡nadie está escribiendo!.
- ¿Pasa algo?- pregunto.
-Es que no sabemos lo que hay que hacer- contesta alguien.
- Pero en el examen pondrá lo que hay que hacer, digo yo.
- ¡Pero es que está en francés!- dicen varias voces a coro.
- Normal -contesto con sorna- es que se trata de un examen de francés.
- Pero la profesora nos explica lo que hay que hacer en el examen.
Esto último me pone de los nervios.
- La profesora no está. ¡ Y no me puedo creer que no ponga en el examen lo que hay que hacer! -digo, ya claramente enfadado.
- ¡Pues yo no entiendo lo que hay que hacer!.
- Ni yo- dice otro.
- Yo tampoco- salta otra alumna.
Los miro fingiendo cara de pena.
- ¿De verdad me tengo que creer que alumnos que llevan tres años estudiando francés no son capaces de saber lo que hay que hacer en un examen cuando yo,que no tengo ni puñetera idea de francés, seguro que lo leo y sé que hay que hacer?-
Ya me miran con atención (un tanto a mi favor).
- Y que conste que empleo la palabra “puñetera” sólo porque es el lenguaje que ustedes usan y “me se“ entiende mejor. -risas entre el público- ¿Que no?, pues ya verán ustedes. - Lanzo mi farol.
Así que cojo el examen de manera exagerada y lo estudio unos instantes generando expectación.
- Contesta al correo electrónico y da tu opinión- les espeto mientras le señalo con el dedo.
- Y, y ahora los vais a flipar, -digo con el dedo en alto- ¡no se te olvide usar los conectores!- les arrojo triunfante.
Aprovecho las caras de asombro para entrar a matar.
-¿Ven ustedes como si se quiere se puede?. Si yo, que les recuerdo que no tengo ni idea de francés ,mas allá del “oui monsieur, oui madam”, soy capaz de hacerlo, ¿porqué ustedes no?.
- Ustedes saben mucho francés. De hecho saben más francés del que imaginan. Sólo es cuestión de intentarlo. ¿no les parece?. - les insisto entre condescendiente y paternal- Así que no se hagan los torpes y al examen.
Y allá que se ponen a hacer el examen, menos uno que se queda dormido sobre su mochila con el examen vuelto cara a la mesa y que se niega a hacer nada.
Lo que me lleva a reflexionar sobre el hecho de cómo explicar que alumnos buenos que llevan tres años estudiando francés ni se molesten en leer el examen. Porque, aquí entre nosotros, no hace falta saber francés (del que no sé nada) ni ser ningún genio para traducir algo así como ”donne tu opinnion o contes de correur”.
¿Cual es la causa?. Tengo una respuesta sencilla. Y las respuestas sencillas, como decía Ockham, suelen ser las correctas. Llevamos años quitando a los alumnos la responsabilidad de lo que hacen. Si algo va mal siempre hay alguien que soluciona el problema. Siempre hay alguna causa externa al alumno que explica su error. Siempre hay alguien encima del alumno, sustituyendo su responsabilidad, su esfuerzo, por el de un adulto.
Piénsenlo bien. Antes un alumno de primero de ESO con faltas de ortografía podía ser suspendido en lengua (fundamentalmente) por ello. Y el alumno se esforzaba mucho por evitarlas, con lo que en segundo de ESO las faltas desaparecen. Pero ahora hacer eso es "penalizar al alumno" y no se puede hacer. En vez de ello, se pretende que todos los profesores se esfuercen en controlar todas las actividades del alumno, que deben de escribir muchas fichas de ortografía de cada falta. Y sin penalizaciones. Resultado: los alumnos llegan a bachillerato con faltas de ortografía y los que no llegan ni les cuento.
Si el alumno no pone el despertador y su padre no lo despierta, éste aduce frente al profesor que la culpa es .....de su padre por no despertarlo. Si se suspende física puede haber explicaciones varias tipo se me da mal, el libro es muy malo, se ponen ejercicios que no han hecho antes, esto es muy difícil y no lo entiendo y nadie me lo explica en casa etc. Siempre causas ajenas a su voluntad.
Ocurre lo mismo en la sociedad: está prohibido vender y servir bebidas a menores de 18 años.... pero si los menores deciden beber, el ayuntamiento les pone botellódromo gratis con servicios de policía (para que no se peleen) y ambulancias (por si deciden emborracharse mas de la cuenta), para que beban a gusto. Y si pasa algo, con multar al padre va que chuta.
Y claro los chavales cada vez tienen menos autonomía personal y menos capacidad de aprender por sí mismos. Los profes lo sabemos, lástima que el resto del mundo parece no saberlo.
Post data: El post está dedicado a esos alumnos de francés que quizás el año que viene sean mis alumnos. Espero que tomen buena nota de él.

lunes, 6 de junio de 2016

UNA SEMANA INTENSA

Los Pedagogos no dicen “enseñar”, hablan de “proceso de enseñanza-aprendizaje”. Se supone que lo dicen porque el profesor enseña y el alumno aprende. Correcto, pero incompleto. Si bien es cierto que lo normal es que el flujo del conocimiento vaya del profesor al alumno, creo firmemente que para ser un buen profesor debe haber momentos en los que el flujo se invierta y tú aprendas de ellos, o de las situaciones que se dan con ellos.
No soy tan obtuso como para pensar que todos los días un alumno te enseñe algo, pero no debemos ser tan cerrados como para creer que un chaval de 16 o 18 años no puede aportarte nada.
Un ejemplo: hay preguntas en clase que te hacen dudar, que te hacen pensar. Siempre parece que sales airoso en el aula (a fin de cuentas tu eres el profe y sabes mucha física, y ellos saben menos, aceptan tu autoridad y no son conscientes de la trola improvisada que puedes largar para salir del apuro). Después estudias, piensas y profundizas en el tema; de manera que acabas sabiendo más física y siendo mejor profe. Porque si eres sensato se lo cuentas al día siguiente entonando un "mea culpa" y así les enseñas más física y más ciencia (siempre la razón la tiene la realidad y no la autoridad).
Bueno pues esta semana ha sido especialmente intensa en este capítulo de aprendizaje inverso. Ha sido la semana de los exámenes finales de segundo de bachillerato, entrega de notas y diplomas y cena con los alumnos. Y se generan situaciones en las que caen algunas barreras y en  las que puedes comprobar si tu trabajo y el de tu centro es bueno o no. Y esto es una oportunidad de aprendizaje, creo, para todos nosotros.
Ha sido una semana en la que he tomado decisiones duras y he tenido que explicarlas. Decisiones muy difíciles que implican una gran responsabilidad, pues hay mucho en juego y no para mí precisamente. Ha sido esa semana en la que los alumnos de segundo de bachillerato, tras años de esfuerzo conjunto, ya no son mis alumnos y nada los obliga a ser amables conmigo o con el resto de profes. Y sus palabras y gestos te pueden servir, si quieres verlo, para mejorar como profesor, apreciando que te muestren (muchas veces sin saberlo) aciertos y errores.
Y ahora que se van, es el momento adecuado para recordar y reconocer algo de lo que te han dado:
Gracias, Laura, por tus palabras de la cena y por afearme tan amablemente mi vagueza a la hora de no escribir más en este blog. Acepto tu regañina y sé que podría haber escrito más post. Prometo aplicarme, pero te cojo la palabra y espero tus comentarios.
Pablo, Cristina, Macarena, Estiven, Pedro y alguno que otro: no os he puesto sobresaliente pero sois sobresalientes en esfuerzo. Yo, que he sido vuestro profesor otros años y sé vuestro origen, aprecio vuestra enorme progresión e imagino lo que os ha costado llegar a vuestra nota. Eso me dice que quizás he hecho bien mi trabajo.
Gracias a los alumnos de la mesa de la cena por el buen rato que pasamos. A veces se tiene la tendencia a pensar que los alumnos más brillantes y con los que más has hablado, son los que más van a venir detrás tuyo cuando todo acaba. Vosotros, que me rescatasteis de la mesa de los profes (al menos eso creíais), me demostrasteis que esto no es así y eso que algunos de vosotros y yo todavía tenemos una cita pendiente en septiembre. Un cambio de  perspectiva  siempre viene bien.
Agradezco a Pablo que haya seguido mis consejos hasta el infinito. Sus exámenes y los míos serían almas gemelas. Si tú eres el mejor expediente de ciencias, eso significa que mi forma de hacerlos es buena y mi orientación la correcta. También ha conseguido que yo sea más paciente con las preguntas de los alumnos, él que es una catarata incontenible de preguntas.
Gracias Paula por entender mis razones para tomar esa decisión tan difícil para mí y para ti. Espero que el tiempo me dé la razón, pero también te pido que sepas perdonarme si me he equivocado.
También reconozco mi deuda con esta promoción de ciencias. Su actitud me ha animado a trabajar mucho. Hacer los guiones me ha supuesto un gran esfuerzo, pero al hacerlo, he avanzado en el conocimiento de los temas que imparto; así como en la mejor manera de transmitirlos. No podría haberlo hecho sin saber que mi esfuerzo sería recompensado con el vuestro. No podría haberlo hecho sin vuestro reconocimiento hacia mi trabajo. Yo así lo he sentido y así lo manifiesto.
Y gracias a todos los alumnos, porque viendo vuestro comportamiento con nosotros en la cena se deduce que el Llanes es un buen centro educativo; que consigue el dificil equilibrio entre un buen nivel académico y un buen desarrollo personal, llevando a la universidad a buenos estudiantes y mejores personas.
Ahora, como dijo nuestro director en la graduación, vais a empezar una nueva y maravillosa etapa. Creedme si os digo que no sabréis apreciar lo maravillosa que es hasta que no pasen los años y os hagáis mayores de verdad. Una etapa en la que forjareis grandes amistades, pues vais a estar rodeados de mucha gente con vuestras mismas inquietudes. Será un tiempo de diversión y estudio o estudio y diversión, lo mismo da. Pero siempre acordaros de nuestros consejos, pues os ayudarán en el viaje que os espera.
Suerte a todos en vuestros proyectos, tanto los más próximos (selectividad, septiembre) como los futuros.




martes, 23 de febrero de 2016

Aníbal en Cannas



       Ayer tuve una clase divertida en cuarto de ESO. Tan divertida que, no recuerdo cómo, terminé mencionando a Aníbal.
-         ¿Y ese quién es?- preguntó un alumno.
-         Desde luego que poca cultura…- contesto con sorna y una sonrisa en los labios.
-         A mi suena de una peli- dice otro.
            A saber de qué peli le sonará a éste, pienso para mi mismo.
-         Aníbal- digo- fue el general cartaginés que cruzó los Alpes  con los elefantes y derrotó a los romanos en la batalla de Cannas.
-         ¿Qué es eso de una cana?- salta el alumno.
Así que hablo un poco de Aníbal y les digo que es una historia muy interesante. Me pican para que la cuente pero yo no muerdo el anzuelo, ya que su intención es perder la clase de física que es mucho mas aburrida, dónde va a parar. Así que les prometo escribirla en el blog.
Corre el año 221 aC. Aníbal Barca se hace elegir jefe del ejército de Cartago en Hispania. Ha mamado desde pequeño el odio hacia Roma que su padre Amílcar Barca (Baraq, el rayo) le ha inculcado. Un  odio que nace del convencimiento, labrado a sangre y fuego durante la primera guerra púnica, de que Roma sólo entiende un lenguaje: morir o vencer. Roma pierde una, dos, cien batallas pero siempre gana la guerra.
Así que Aníbal prosigue la tarea de su padre: la conquista definitiva de Hispania y el restablecimiento del poderío militar y económico de Cartago. Pero una ciudad amiga de Roma se le opone. Es Saguntum y su toma, a pesar de las advertencias romanas, es el comienzo de la segunda guerra púnica. Guerra que Aníbal sabía que terminaría por llegar.
Los romanos pensaban ganar la guerra de forma fácil trasladando dos poderosos ejércitos: uno a África para atacar Cartago y otro a Hispania para endentarse a Aníbal.  Pero Anibal tiene otros planes: en una decisión táctica y estratégica genial, decide pasar con su ejército atravesando los Alpes en octubre de 218 aC, lo que parecía imposible en esa época del año. Tiene muchas pérdidas pero se presenta en territorio galo-romano, liberando tribus e incorporando guerreros galos a sus filas, lo que le permite recuperar las terribles pérdidas del paso alpino.
Cuando llega a Italia derrota a los ejércitos romanos en tres batallas consecutivas: Ticino. Trebia y lago Trasimeno. Sus victorias fueron tan contundentes y su prestigio tan grande que durante dos años Roma solo se dedicó a hostigar a Aníbal, evitando una batalla frontal pero observando impotente la devastación de su territorio.
Por fin, en agosto de 216 aC Roma conjuró el mayor ejército que jamás había puesto en un campo de batalla:  87.000 hombres y caballería, lo mejor de la república romana (hasta entonces legiones  imbatibles)  perfectamente armados. Aníbal se les oponía con unos 50,000 hombres, muchos ellos galos poco fiables y disciplinados.
La batalla tuvo lugar en Cannas un campo cerca de un rio. Los romanos pusieron a su infantería en el centro ocupando una extensión de kilómetro y medio, formando filas muy profundas en hombres, y dos destacamento de caballería en los extremos. Aníbal opuso una infantería en el centro con los galos delante y los veteranos fiables detrás, con un doble objetivo: evitar la huida de los galos (y el hundimiento del ejército y su posterior destrucción) y poder moverse hacia los extremos. Su caballería pesada (mas potente) se opuso a la ligera romana y su caballería ligera númida a la pesada romana, confiando en la habilidad de los númidas para contener a la poderosa caballería romana.
Al comenzar la batalla, el centro romano atacó a los galos de Aníbal que se fueron retirando poco a poco, mientras que los extremos del ejército de infantería se mantenía firme con algunos veteranos. Con el tiempo la línea cartaginesa se convirtió en una media luna hacia afuera mientras los veteranos de Aníbal se trasladaban poco  a poco hacia los lados, reforzándolos y alargando la media luna, formando un semicírculo.
Mientras tanto la caballería númida contenía a la romana y la caballería cartaginesa destroza a la ligera romana, quedando libre para atacar a la pesada romana por la espalda.  La huida de los jinetes romanos permitió a la caballería cartaginesa rodear por la espalda a las legiones romanas, que quedaron atrapadas entre la media luna de los hombres de Aníbal y sus jinetes. La infanteria estaba tan junta dentro de la bolsa que los hisotriradores antiguos decían que los legionarios no podian ni alazar sus escudos. Después la carnicería: unos 70.000 romanos muertos
Cannas está considerada la mayor obra de arte bélica de la historia y a Aníbal el mayor general. Lástima que de ella consiguiese escapar vivo un joven que mas adelante consiguió la derrota definitiva de Cartago y su gran general.. pero ésa es otra historia.

martes, 22 de diciembre de 2015

A christmas carol

13 de diciembre, domingo, veo con mi familia “El grinch que robó la Navidad”. Hoy reparto notas en cuarto de ESO.
      Clara ve su nota y llora. ¿Cuánto tiempo hace que no veo llorar a un alumno?, me pregunto. Veo una oportunidad para acercarme al grupo y ganarme un poco mas su confianza ( y si puedo ayudar mejor, que tampoco soy de piedra pómez).
  • A ver, criatura. –le digo – ¿qué te pasa?.
  • Es que voy a suspender la asignatura porque no puedo venir a la recuperación.- me contesta entre pequeños silbidos- Tengo que ir al médico.
  • ¿Y no puedes cambiar la cita?.
  • No. ¡Imposible! - me contesta.
¿Cómo encontrar un argumento que me permita ayudarla sin ser injusto con los demás?.
  • ¿Y a qué hora dices que es la cita?- le pregunto.
  • A las once.
  • Perfecto.- digo- Haces el examen antes y después te vas. Pero no vayas a decirle a los demás las preguntas del examen antes de irte, eh!- le apunto con un dedo y cara seria.
Y allá que se va ella feliz a reunirse con sus amigas, que esperan para consolarla. Así que yo también salgo feliz de la clase. Y más todavía cuando sigo repartiendo notas en segundo de bachillerato. Voy por el pasillo con la sonrisa en los labios porque llevo una nota especial enterrada en el montón de exámenes de química.
Porque a veces ocurre que hay plantas que tardan en florecer. Sólo hay que esperarlas con paciencia, abonarlas con esmero casi sin que se den cuenta de que lo haces. Y trabajar, trabajar mucho: ponerles música si crees que eso les ayudara a crecer, hablarles y decirles muchas veces que pueden hacerlo, que pueden crecer. Y decirles siempre la verdad, bajito, pero siempre la verdad, tanto si te interesa hacerlo o a ella escucharla como si no.
Así que entrego el examen y busco de reojo la reacción. Reacción que supera mis expectativas: el alumno se emociona tanto que consigue que me emocione yo (aunque trato de no aparentarlo, no se si con éxito total o parcial).
Y como en la peli del Grinch, cuyo corazón creció tres tallas mas cuando comprendió lo que significa la navidad, así creció mi confianza en lo que hago y mi convicción en por qué lo hago. Porque el éxito del alumno y su crecimiento es tu éxito. Porque no va a haber otro reconocimiento a tu trabajo que no provenga de tus alumnos. Y mas si la flor tarda en aparecer.
Sin embargo en una torre de babel de palabras esotéricas y oscuras, los pedagogos de salón que no de aula, gritan contra nosotros a una sociedad que sólo desea escuchar palabras lisonjeras que carguen sus culpas en otros hombros.
Ellos y los políticos que escuchan sus cantos de sirena querrán cambiar sistemas educativos para que se parezcan a aquellos que tienen otras sociedades, dueñas del frio y la oscuridad, con esos superprofesores que aquí, al parecer, no existen. Escribirán libros blancos llenos de referencias bibliográficas en inglés, pero que terminan en obviedades vacías, huecas. Ideas nunca probadas en nuestras aulas, con sus demonios particulares, a los que ellos nunca se han enfrentado y nunca lo harán: a fin de cuenta los dioses sólo observan desde sus Olimpos particulares, castigando a los prometeos que roban el fuego que calienta el frío de la educación real.
Y mientras tanto los profesores reales que trabajan en las aulas reales seguirán trabajando calladamente por sus alumnos. Haciendo cosas como formar un coro con ellos. Ensayando juntos en los recreos, empleando su tiempo libre en cantar a las 10 de la noche en un concierto de Navidad. Un concierto precioso con canciones preciosas, siempre preludio de la Navidad en el Llanes.

miércoles, 18 de noviembre de 2015

FABRICANDO AGUA



   Voy a la farmacia a hacerme un análisis de rutina para controlar mi colesterol. Miro con aprensión la maldita máquina que determinará si puedo seguir con mi alegre consumo de alimentos ricos, ricos o debo apretarme el dogal de la dieta (cosa que me horroriza desde que descubrí  la tostada de queso philadelphia light con mermelada de arándanos).
   El veredicto es bueno: 206. Es mas de lo que pide mi médico (menos de 200) pero tampoco me preocupa, porque no tengo otros factores de riesgo cardiovascular (no fumo,  no estoy obeso, no soy hipertenso  y hago ejercicio). Me voy tranquilo porque sólo necesito ajustar un poco la dieta… y no olvidarme de esa pastilla de hierbas que me va genial. Fitoterapia que llaman a esto y que me evita tomar la típica simbastatina con esos posibles efectos secundarios tan horribles (mejor ni mirar el prospecto de ese medicamento pues da un “yuyu” que te mueres).
   Pero el hecho de que una pastilla de hierbas funcione no significa que todo remedio natural funcione, ni que la pastilla contenga compuestos químicos (principios activos se llaman) idénticos a los que se puedan fabricar en un laboratorio (en mi caso licopenos). Cosa que ya sabemos desde los tiempos en los que Wholer sintetizó urea en el laboratorio y demostró que era absolutamente indistinguible de la urea obtenida a partir de orina de cualquier animal.
   Por eso me quedé de piedra al ojear en la farmacia una revista de una empresa dedicada a vender productos homeopáticos, de fitoterapia y otras pastillas de “medicina natural”. 
   Se podía leer frases como “la homeopatía es cada vez mas una referencia mundial que se va imponiendo a la medicina alopática( la de medicamentos) por su falta de efectos secundarios”., “ la homeopatía se basa en diluir varias veces las “cepas homeopáticas”, dando movimientos verticales y vibraciones para homogeneizar las propiedades de la cepa en el diluyente” o “el cuidado primoroso de las cepas y condiciones de fabricación y la esterilidad del proceso garantiza la calidad del producto”.
   Hombre, vamos a ver. Eso de que la homeopatía no tiene efectos secundarios es algo completamente cierto….  por que los productos homeopáticos no tienen ningún efecto, mas allá del efecto placebo;  ese que te hace sentir bien y te ayuda en la curación por el mero hecho de creer que algo te va a curar, aunque te estén engañando y te tomes una pastilla que no contenga ningún medicamento.
   Lo de la cepa homeopática es una  manera oscura y chula de evitar decir “producto químico del  laboratorio”. Igual e indistinguible de cualquier otro producto que encuentras en cualquier laboratorio de cualquier industria, empresa, facultad , etc.  Y podrían decir “sacudir” en vez de movimientos verticales de vibración.  Claro que si lees “sacudir la muestra” t e puedes  mosquear un poco y esto no conviene.  Y por homogeneizar las propiedades en el diluyente quieren decir que las propiedades del compuesto químico “se pasan” al diluyente de forma mágica (la memoria del agua, le llaman los homeópatas).
   Lo del cuidado primoroso de las cepas el algo ridículo, y mas cuando pones una foto de un laboratorio inmaculadamente  limpio con un operario con bata impoluta, guantes de látex y gorrito para el pelo, que vigila con amor unos monos botecitos azules…. que contienen agua destilada (o del grifo, vaya usted a saber) sacudida muchas veces y estéril, eso si.
   Porque si diluimos 25 veces un producto en agua (a veces mucho mas) tendríamos que juntar unas 100 botellas homeopáticas para obtener una sola molécula del producto químico (perdón, cepa homeopática). Y a esas cantidades ni efectos secundarios ni primarios ni de ningún tipo, a menos que cuele la fantástica historia de la memoria del agua.
   Por eso el producto va acompañado de unos sanos consejos para mejorar el efecto de l pastilla. Un ejemplo: para el dolor de garganta recomiendan un producto y tomar mucha fruta (fuente de vitaminas para las mucosas de la garganta), evitar ambientes contaminados y con humos, no fumar, no hablar en exceso ni gritar  y evitar coger frio, abrigando bien la zona. La panacea, oiga.
   Con lo que si sigues los consejos  te curas en tres días el dolor de garganta, con pastillas homeopáticas y sin ellas también.   
   Y si alguien no  me cree no importa que siga con su fe ciega en la homeopatía, ya que daño, lo que se dice daño, la homeopatía no lo hace. El único daño posible es el que se deriva de no acudir al médico en su momento, lo que se puede traducir en una mayor dificultad en la curación cuando la cosa se pone fea (que es cuando los amantes de la homeopatía se acongojan y terminan en los hospitales).

   Y mientras tanto todos nos podemos echar unas risas con el vídeo del enlace. Ugencias Homeopáticas: una divertida parodia

martes, 3 de noviembre de 2015

LA CIENCIA EMPIRICA

       Domingo 1 de noviembre. Llueve en Sevilla. Llueve mucho (estamos en alerta naranja), así que, como no puedo salir, decido hacer algo de ejercicio en mi bicicleta estática. Para no aburrirme me llevo mi libro de Juan Eslava Galán: Historia de la segunda guerra mundial contada para escépticos.
17:45 horas, veinte minutos después, estoy ya a ritmo: tensión 9, 40 km/h. Sudo como un cerdo y leo. Como lo primero no me incomoda y lo segundo me encanta, me siento bien. Cansado, pero contento (buen trabajo el de esas endorfinas). De repente leo una de las historias que cuenta el libro y se me enciende una bombillita: esto es justamente un ejemplo perfecto de lo que quería explicar el otro día en clase de química. Muy interesante (espero) para mi blog.
      Intentaba ese día explicar que la ciencia no solamente avanza a grandes zancadas, con ideas brillantes como las de los grandes genios (Einstein, Newton, esa gente) sino también de forma laboriosa, ajustando cosas aunque no sepamos realmente qué estamos haciendo. El tema viene al hablar de Planck y su hipótesis.
En un post anterior (Génesis) decía que los cuerpos emiten luz por el hecho de tener temperatura. El tipo de luz emitida depende de la temperatura, de manera que cuanto mayor es la temperatura menor es la longitud de onda del tipo de luz en la que se emite la mayor parte de la energía: es lo que se llama la ley de Wien. Los científicos intentaban explicar la gráfica energía-longitud de onda obtenida experimentalmente al estudiar el fenómeno, pero la teoría solo atinaba con la parte de la derecha de la curva.
Para que la curva “cuadrara” bien, Planck emite una hipótesis atrevida y totalmente contraria a lo que se creía en esa época: los átomos no podían emitir o absorber cualquier valor de energía, solo lo hacían por paquetes de energía (un paquete, dos, tres…), siendo el valor de cada paquete E = hυ , donde υ es al frecuencia y h un número.

¿Qué era h?. Planck no tenia ni idea (aunque le dió nombre: constante de planck), solo que al utilizarlo la curva teórica se ajustaba bien ahora a la experimental (ver imagen).




Esto es lo que se llama ciencia empírica. Resolvemos un problema probando hasta ajustar la teoría a la realidad, aunque no sepamos qué demonios significa esto.
Algo parecido le pasaba al modelo de Böhr del átomo. El modelo explicaba bien el espectro del hidrógeno, es decir, los tipos de luz que un átomo de hidrógeno podía emitir al calentarse. Pero los avances tecnológicos mejoraron los espectroscopios (los aparatos que hacen el espectro) y entonces los espectros cambiaron (se veían mejor) y ya el modelo no se ajustaba bien.
¿Cómo arreglarlo?. Fácil, hacemos algo parecido a lo que hizo PlancK: introducimos números que arreglan el problema. ¿Qué mejoran los espectroscopios otra vez?, No hay problema: metemos mas números y a correr. Le damos un nombre bonito (correcciones cuánticas) y listos.
Contado así esto no parece serio. Pero lo es. Hemos conseguido ajustar la teoría a la realidad. Hemos conseguido una ecuación que funciona, que explica la realidad, aunque no sepamos muy bien qué son esos números. Y eso nos lleva a conseguir cosas que mejoran nuestra vida, a conseguir objetivos en la realidad: fabricar aparatos nuevo, por ejemplo, que nos den una cierta utilidad.
Veamos un ejemplo real que explica lo que quiero decir. Primavera de 1943. Los aliados quieren destruir unos embalses en la cuenca del Rühr, una importante zona industrial de la Alemania nazi, durante la segunda guerra mundial. Los aviones dispararán torpedos, que se mueven unos cientos de metros en el agua antes de chocar con la presa y explotar. Pero hay una dificultad: los alemanes han extendido en el agua unas redes que atrapan los torpedos antes de chocar y evitan la destrucción de la presa.
¿Cómo evitar las redes?. A un ingeniero se le ocurre una idea, entre excéntrica y curiosa: disparemos bombas que reboten en el agua como las piedras planas que lanzamos a un lago. Las bombas recorrerán la distancia hasta la presa, “saltando” las redes. Después de mucho pensar como acabar con las presas, se decide que esa idea es la mas factible.
Manos a la obra. A partir de los conceptos físicos implicados se diseñan bombas que reboten y aviones modificados para que las suelten en el agua como nosotros hacemos con las piedras planas. ¿Funcionarán?. Probemos antes de arriesgar los aviones. Las pruebas no son satisfactorias. Así que los aliados recurren a la ciencia empírica: se van a un lago y prueban a lanzar las bombas desde diferentes alturas, con diferente velocidad del avión, distintos pesos de bombas y diversos ángulos de inclinación de entrada en el agua. Miden distancias recorridas, numero de rebotes y altura de los diversos rebotes.
Así logran ajustar los parámetros para conseguir el fin deseado: la destrucción de las presas. El resultado real: dos presas dañadas, dos presas destruidas y una totalmente inutilizada. No está nada mal.
Y esto es ciencia ( y tecnología) empírica. Funciona. Igual que la “h” de Planck, que hoy es una de las pocas constantes fundamentales de la ciencia y la naturaleza.