8:30 horas, facultad de derecho, planta semisótano.
Camino con paso lento portando en mis manos un sobre con exámenes de
selectividad. Mi mirada se cruza con la de decenas de jóvenes que vienen a
examinarse.
En sus miradas detecto mezcla de
esperanza y miedo: toda una vida futura en una sola jugada de póker. Y yo llevo
en esos sobres marrones las bazas del enemigo.
Comprendo que en esos momentos soy
el dragón escupe-fuego, que puede que dentro de breves instantes los abrase con
llamas de colores (verde de literatura, azul de química, amarilla de filosofía…).
Por
eso, cuando empiezo a llamarlos para el examen busco un poco de complicidad. Si
un profesor busca siempre, siempre, encuentra
una oportunidad de serlo. Nombres raros o alumnos que se esconden al final de la
masa, como el pez que se refugia en la globalidad del cardumen; son anécdotas que
sirven para hacer una pequeña broma, esbozar una sonrisa, poner cara de asombro o añadir un comentario
amable.
Ya no soy es dragón, sino un profe
de instituto como el suyo, en sus términos casi un colega. Me hablan. Algo, no
mucho. Dos o tres palabras. Suficiente para soltar lastre y verse todos un poco
mas a flote, mas seguros.
Ya en el examen respondo con
amabilidad a preguntas tontas, fruto del nerviosismo que les obliga a pensar
que quizás no se pueda escribir en la hoja del examen o que le calificarán con cero
por no poner “opción B”.
Cuando veo el examen de matemáticas
pienso (yo, que no soy experto): “es muy difícil”. Pero bueno, me digo, el “profe
malo” de Chacón los ha preparado muy bien. Si alguien puede hacerlo bien, esos
son nuestros alumnos.
En la hora de la verdad, cuando
vamos a enfrentarnos al dragón multicolor de la selectividad, sólo la agilidad
de la preparación, la espada del conocimiento y el escudo del esfuerzo previo,
aseguran salir con vida del trance. Y en eso son indispensables los profesores
especialistas en armamento: cuanto mas amplia la panoplia de armas, mejor. Y
gracias a Dios, tenemos profes así en el Llanes.
¿Y los que no os vais a enfrentar al monstruo coloreado, qué?. Yo os
digo que, en la vida, siempre hay monstruos que esperan: hidras de muchas
cabezas, medusas con serpientes de miradas petrificantes, entrevistas de
trabajo, exámenes de oposición a policía o jardinero del ayuntamiento; quizás
un jefe muy, muy, exigente.
La habilidad, el arrojo y valentía para superar el envite dependerá de vuestra
capacidad de esfuerzo y superación, de vuestro trabajo continuo para adquirir
los conocimientos, capacidades y nivel de trabajo exigidos.
Y eso, como mejor se aprende es a través de profes como
Chacón ….. y otros no tan “malos”, como yo ( al menos en eso espero y confío).
Buenas Manuel, soy Javier García de 1ºBach de ciencias y al leer este artículo he reafirmado lo que mis padres me llevan diciendo todos estos años. Cierto es que los cursos con un profesor como Chacón o como usted (de una manera más leve) son cursos que, por norma general, le cuestan mucho al alumnado pero también es cierto que de la manera en la cuál yo he aprendido con ambos es muy difícil de igualar.
ResponderEliminarEn mi caso yo no soy una persona muy trabajadora pero en su asignatura tanto como en alguna otra he aprendido a dar un poco más y eso es por la exigencia ,que aunque pensemos muchas veces que es demasiada, siempre nos ayuda a dar un poco más de nosotros y de esa manera aprendemos más, no sólo en la materia sino también en como actuar dependiendo de la persona que tienes delante.