Martes a primera hora de un día cualquiera. Tengo clase de matemáticas
con un grupo reducido de alumnos de segundo de ESO al que, por ser pocos, se le puede
prestar mas atención. Tardo quince
minutos en conseguir que se sienten de forma individual y abran el libro y el
cuaderno. Intento explicarles cómo se suman números enteros (negativos y
positivos) pero casi nadie me escucha.
Pido atención y vuelvo a empezar.
Consigo muy poco, ya que mayormente están entretenidos en otras cosas: dos
miran a la ventana, otros dos hablan entre ellos aunque tengan dos mesas por medio
simulando que no estoy explicando o directamente que no existo, otro mira al
suelo abstraído, a alguien “casualmente”
se le explota el boli y pide “fush-frish” para limpiarlo… Así que paso
dos largas horas con la extraña sensación de hablar para uno mismo en una
pequeña habitación llena de gente y haciéndome preguntas sobre mi trabajo.
“Menos mal que después tengo
cultura científica con primero de bachillerato”, pienso mientras subo el pasillo.
Voy contento porque lo voy a petar. He pasado tres horas preparando un texto de
dos páginas sobre qué es la ciencia que me parece que les va a gustar y
aprenderán mucho.
Pero el texto tiene un defecto:
les obliga a pensar. Así que pasan del “contexto” del texto y deciden que “hard science” es ciencia
difícil y “light science” es ciencia
fácil. ¡qué rápido se contesta así a las preguntas del profe!.
Y ahí voy y les explico
(justificándome en el texto) lo que significan los términos: “hard” (dura o fuerte en inglés) será que se
ajusta mucho a las exigencias de lo que es una ciencia (La Física) y “light” será que se ajusta poco (la
Psicología).
Al final de la explicación (unos
8 minutos) Ángela exclama:
- - ¡Eso es mucho pensar!.
- - Pero es que yo te estoy enseñando a eso.-
replico- Lo mas importante es que sepáis pensar y esta asignatura es para “pensar
la ciencia”.
- - ¡Tantas palabras para tan poco!.- dice, mientras
la miro asombrado- Basta con decir lo que es ciencia y ya está. No se puede hablar
tanto.
Así que acabo esa hora casi como
las otras dos: haciéndome preguntas existenciales sobre en qué consiste ser
profesor.
Después viene el recreo: media
hora de hacer guardia por la planta baja. Me la paso en plan guardia civil: no
corras, no grites, no comas por los pasillos.
Siguen dos horas de Física y
Química de primero de bachillerato. No lo paso mal, salvo que tengo que mandar
callar muchas veces para que se me pueda escuchar, con la consiguiente pérdida
de atención. Tanta pérdida, que hasta yo mismo me hago un lío de vez en cuando y tengo
que pararme a capitular para saber de qué estaba hablando.
Son ya las 13:30. Me arrastro
hacia la clase de segundo de Física y Química. Hoy les
pongo un esquema sobre propiedades de la materia y se me ocurre escribir la
fórmula para calcular el volumen de un ortoedro (una caja de zapatos, vaya). Lo dibujo y escribo V = a b c
.
- -Vaya
paranoia- dice un alumno.
- -¿Qué
es V?- dice otro.
- - Ya
he dicho que V es el volumen y a ,b y c las medidas de los lados- aclaro.
- - ¿Por
qué le llamas V al volumen?- pregunta otra.
- - ¿Qué
otra letra mejor se te ocurre?- le pregunto a mi vez.
- - Es
que no sé qué es la V-
- - Un
símbolo que indica volumen. Donde veas V tú piensa que es el volumen.
- -Vaya
paranoia- dice otra vez el primer alumno.
Me
paso la mano por la barbilla y sigo con la clase. Les explico que deben hacer
un pequeño trabajo que consiste en medir el volumen del aire de su habitación y
después hallar la masa de aire que hay.
- - ¿Cómo
mido la habitación?- preguntan
- - Con
un flexómetro- digo
- - ¿un
flexoqué?-
- -Esto
- y les enseño el flexómetro.
- - Eso
es un metro.
- - Vale-
concedo.
- -Pues
yo no tengo cuarto- dice uno.
- - Mide
otra habitación-
- -Pues
mi cuarto es un “loft” y está adosado a la cocina- indica otro.
- - Da
igual, mídela- digo.
- -¿Y
cómo mido el alto si no llego al techo?- pregunta una alumna.
- - Súbete
a una escalera o pide ayuda a tu padre- contesto
- - ¿Y
si no tienes padre qué?- pregunta otro.
- - Pues
no sé, que te ayude tu madre, tu hermano. No sé- contesto un poco desesperado.
- - Ahora
con el volumen de la habitación ya tenéis el volumen del aire.
- - ¿Cómo
es eso?- pregunta un alumno.
- - El
volumen del aire es también el volumen de la habitación- digo.
- - Vaya
paranoia- repite otro (probablemente el primero en decirlo).
- - Pero
si la habitación está abierta, el aire se escapa-dice uno
- -¿Adónde
se escapa?- le pregunto.
- - Afuera-
- - Afuera..
¿dónde? -Insisto.
- - Afuera-contesta.
- -Vale, pero la cantidad de aire en la habitación es
la misma porque entra mas aire- intento -contemporizar.
- -No
porque si soplo hay más aire en la habitación- dice alguien.
Llegados
a este punto me pregunto a mí mismo si debo hablarles del concepto de presión o
no. Decido no liar más el asunto.
- - El
aire que soplas es el mismo que has inspirado- le digo.
- - Eso
de inspirar no lo entiendo.
- - El
aire que respiras es el que después sueltas- digo.
- -¿Seguro?.
- - Hombre,
claro. El aire que coges por la nariz es el que hechas-le explico.
- - Lo
que yo decía- dice ufano- al final hay más aire en la habitación.
- - Vale
–digo, mientras pienso que no merece la pena la discusión- , pero vosotros
tomáis el volumen del aire como el de la habitación, aunque entre y salga un
poco. Y ahora como cada metro cubico de aire pesa 1’3 g podemos hallar lo que
pesa el aire de la habitación.
- - ¡Pero
el aire no pesa nada!- exclama uno.
- -¿Cómo
que no pesa?. ¿Acaso el aire no es materia y lo podemos sentir?. ¿No se puede
sentir el viento? –le pregunto.
- - El
viento se siente, el aire no. -me contesta (mientras escucho que alguien le
pregunta a su compañero qué es eso de la materia que ha dicho el profesor).
- - El
viento es aire en movimiento, luego sientes ambas cosas- explico.
- - No.
–insiste el alumno- Se siente el viento
no el aire.
- - Vamos
a ver –digo- sientes el viento y como está hecho de aire, sientes el aire
también. El mar está -hecho de agua, luego te bañas en el mar y te bañas en el
agua.
-
Bueno-
dice no muy seguro- pero ¿el aire pesa?.
- -
Y
también ocupa espacio. Mira –digo mientras muestro un matraz-, este recipiente
está lleno de aire y hasta la raya hay 250 cc de aire.
- - Pero
arriba del recipiente hay más aire- dice.
- - Vale,
pero hasta la raya hay 250 cc.
- - Pero
arriba hay más aire -insiste el alumno.
- - Es
que he dicho hasta la raya- le digo, mirándolo fijamente.
- - Pero
hay más aire arriba- me dice otra vez.
- - ¿Tú
sabes lo que significa la palabra “hasta”- le pregunto angustiado.
- - Si,
¿y? – me dice.
- - H-a-s-t-a l-a r-a-y-a
– enfatizo, poniendo mi mano horizontal a la altura de la raya del aforo del
matraz mientras la muevo horizontalmente a uno y otro lado.
A
esto el alumno mira alternativamente a mi mano y a mi cara dos o tres veces…. Y
termina contestando eso que ustedes están pensando, mientras el de siempre repite
“¡Vaya paranoia!”.
Así que llego a las 15 horas a mi
casa, destrozado mental y físicamente.
Ya
por la tarde, mas tranquilo, pienso en que tal vez Ángela tenga razón. Quizás
es mejor para todos seguir el camino fácil.
Escribir en tres minutos “la
ciencia es…., el método científico consiste en…”. Y todos contentos: yo porque
trabajo poco en casa y consigo resultados excelentes, ella porque se estudia
en diez minutos lo que es la ciencia, me
lo vomita en el examen y saca una nota
brillante en cultura con poco esfuerzo; sus padres porque sus notas son excelentes y
el centro también contento por lo mismo. Y la Delegación de Educación ni les
cuento lo contenta que se pone con las notazas en ciencias (uno de los ogros
del fracaso escolar).
Pero
entonces caigo en la cuenta de que me habré convertido en el ideal de mal
profesor que tanto atacan los pedagogos: ese que sólo enseña conocimientos memorísticos
puros que el alumno olvida en cero coma dos segundos.
Y
eso sí que no. Yo quiero ser el profesor que además de enseñar física sea
recordado por algo más: ese profe con el que comenzaste a aprender a pensar, con
el que descubriste que la ciencia es interesante, con el que te diste cuenta
que aprender cuesta, de que el cerebro es un músculo más que debe ser usado
para que pueda funcionar. Incluso no me importa por ser recordado como el
Centeno, el que llevaba siempre las bolitas de átomos de colores, que explicaba
los enlaces uniendo vuestras manos, que fabricaba “el perrito”… pero que consiguió
que no te olvides de cómo era la molécula de etanol (“el perrito”).
Y
todo eso pasa porque el texto sea largo, porque os vuelva la cabeza loca con
preguntas (vaya paranoia, eh!), porque os diga que aprender no es divertido,
todo lo más interesante y que eso cuesta mucho esfuerzo, mucha dedicación. Ese es el camino duro, el camino correcto.
Porque
el que os diga que aprender es divertido y que se puede aprender pasándolo pipa
os engaña. Miente, os estafa descaradamente. Y si insiste no
creedle: o no aprendió nunca nada o no quiere acordarse de cómo aprendió.
He de decir que me encanta terminar de estudiar Fisiología (la cual es imposible de entender si no pones esfuerzo y dedicación, como en la mayoría de las asignaturas de Ciencias) y tener un ratito para leer la nueva entrada que ha publicado mi antiguo profesor de Física y Química. Yo por lo menos ahora que he salido del instituto, no puedo estar más de acuerdo con tus palabras, pues la mayoría tienen unas notazas pero de pensar saben poco. No te desanimes y no tires por el camino fácil, al final todo tendrá su recompensa para ti. Y espero que una de ellas sea leer a tu antigua alumna escribiendo estas palabras que tanto te van a alegrar y que tanto grado de verdad tienen. Por cierto!!!!!! Aún me acuerdo de la molécula del etanol!!!! Muchos abrazos, Laura.
ResponderEliminarNo he podido contener una sonrisa (¿o una risa?), perdóname Manolo, pero...¡has descrito tan bien nuestro día a día! Eso sí, no te desesperes y ni se te ocurra tirar la toalla. Prohibido. Gracias por este rato =D
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